Redención de Sangre: Las Memorias de un Malfoy
Capítulo 1: El diario olvidado
La biblioteca de la Mansión Malfoy había permanecido inalterada durante décadas, una reliquia de los días en los que el apellido Malfoy evocaba respeto y temor en el mundo mágico. Sin embargo, para Draco, ahora en sus cuarenta, la biblioteca no era más que un recordatorio de lo que había perdido: su familia, la reputación de su linaje y, en cierto sentido, a sí mismo. Había pasado años intentando redimirse, pero la mansión, con su atmósfera opresiva y cargada de recuerdos, siempre le hacía sentir como si estuviera atrapado en el pasado. Aquella tarde, mientras revisaba los estantes en busca de algún viejo texto que pudiera interesarle, algo inusual llamó su atención. Un volumen delgado, encuadernado en cuero negro, estaba escondido detrás de una fila de libros de pociones avanzadas. Al sacarlo, notó que el título no estaba inscrito en el lomo, lo cual era extraño, pues los Malfoy eran meticulosos con el orden de su biblioteca. Al abrirlo, su corazón se detuvo por un momento: era el diario personal de su madre, Narcissa. Draco se sentó en una de las butacas desgastadas de la biblioteca, sintiendo una mezcla de nostalgia y aprensión. Había idolatrado a su madre, quien siempre había sido su mayor defensora, incluso en los momentos más oscuros de la guerra. Aunque sabía que Narcissa había guardado secretos, nunca había esperado encontrar uno tan tangible. Las primeras páginas contenían notas cotidianas: detalles de cenas familiares, listas de invitados y observaciones sobre la crianza de Draco. Sin embargo, al avanzar, las entradas comenzaron a adquirir un tono más oscuro. "Lucius no sospecha nada, pero estoy cada vez más preocupada por nuestro futuro. He hecho lo que he podido para proteger a Draco, pero temo que no será suficiente." Draco frunció el ceño. La mención de protección lo intrigó. ¿Protegerlo de qué? Su madre siempre había sido reservada sobre sus verdaderos pensamientos respecto a Voldemort y los mortífagos. Mientras pasaba las páginas, notó que algunas palabras parecían brillar tenuemente, como si estuvieran escritas con un tipo especial de tinta mágica. En la última página que revisó ese día, Narcissa había escrito una frase que parecía destacarse del resto: "Si estás leyendo esto, Draco, confío en que estés preparado para conocer la verdad. Pronuncia estas palabras: Memoria Revelare." La curiosidad lo venció. Sin pensarlo dos veces, Draco pronunció las palabras en voz alta, y en ese instante, las letras del diario comenzaron a reorganizarse. Una luz plateada emanó de las páginas y rodeó a Draco, transportándolo a lo que parecía ser un recuerdo viviente.
Capítulo 2: Ecos del pasado
Draco se encontró en un lugar familiar, pero diferente. Era la sala de estar de la mansión, aunque menos deteriorada, más vibrante, como si el tiempo hubiera retrocedido. Frente a él estaba su madre, Narcissa, sentada elegantemente en un sofá, hablando con alguien que no podía ver. Aunque sabía que estaba dentro de un recuerdo, no podía evitar sentir una conexión emocional con la escena. —Lucius está jugando con fuego —dijo Narcissa, su voz cargada de preocupación—. Este artefacto... no deberíamos tenerlo en nuestra casa. Es peligroso, incluso para nosotros. Draco intentó acercarse, pero su cuerpo era intangible, incapaz de interactuar con el entorno. Finalmente, la figura que hablaba con Narcissa se movió al centro de la habitación, revelando a Bellatrix Lestrange. —¿Peligroso? —respondió Bellatrix con una carcajada que hizo eco en la sala—. Narcissa, querida, siempre tan temerosa. Este artefacto es la clave para asegurar nuestra supremacía. Voldemort lo ha confiado a Lucius por una razón. Draco sintió un escalofrío al escuchar el nombre del Señor Tenebroso. Aunque no podía recordar un artefacto específico durante su infancia, ahora entendía que su familia había estado involucrada en algo mucho más peligroso de lo que imaginaba. Narcissa se levantó del sofá, claramente furiosa. —Esto no tiene nada que ver con la supremacía. Esto es una maldición esperando a destruirnos. Voldemort no confió en Lucius; lo está usando. Y no permitiré que Draco sea arrastrado por esto. Bellatrix se acercó a su hermana, sus ojos brillando con una mezcla de burla y desprecio. —Ah, siempre tan protectora. Pero deberías recordar, querida hermana, que no puedes desafiar al Señor Tenebroso sin consecuencias. El recuerdo comenzó a desvanecerse, y Draco volvió a encontrarse en la biblioteca, con el diario todavía abierto sobre sus rodillas. Su corazón latía con fuerza mientras intentaba procesar lo que había visto. Un artefacto maldito, una disputa entre su madre y Bellatrix, y el claro intento de Narcissa por protegerlo. ¿Qué había sucedido con ese objeto? ¿Todavía estaba en la mansión? Decidido a encontrar respuestas, Draco se sumergió nuevamente en las páginas del diario, buscando más pistas sobre el artefacto y su significado.
Capítulo 3: La promesa de Narcissa
Draco Malfoy no podía apartar la mirada de la frase final del diario: “El Vigilante no está lejos. Pero recuerda, Draco: todo poder tiene un precio.” Las palabras resonaban en su mente como un eco interminable. La mención de este enigmático personaje, junto con las acciones de su madre para protegerlo, le dejaban claro que Narcissa había hecho sacrificios que él apenas comenzaba a comprender. En las entradas siguientes del diario, Narcissa relataba cómo había intentado influir en Lucius para que abandonara su obsesión con Voldemort y el poder que el artefacto prometía. Sin embargo, su padre había estado demasiado cegado por la ambición y el miedo a perder su posición dentro de los mortífagos. "Sabía que Lucius estaba equivocado, pero también sabía que no podía enfrentarlo directamente. Bellatrix siempre estaba cerca, vigilando sus pasos, y yo no podía arriesgarme a que ella descubriera mis verdaderos pensamientos. Fue entonces cuando el Vigilante apareció por primera vez." Draco volvió a leer esa línea varias veces, buscando más pistas en las páginas siguientes. Según Narcissa, el Vigilante había sido un aliado anónimo, una figura oculta que trabajaba desde las sombras para proteger a los Malfoy de sí mismos. Había advertido a Narcissa sobre los peligros del artefacto y le había proporcionado una serie de protecciones mágicas para mantener a Draco fuera del alcance de Voldemort. Sin embargo, el diario no daba detalles sobre quién era realmente esta persona ni por qué había decidido ayudar. Una entrada en particular captó la atención de Draco: "El Vigilante me entregó una runa de protección, un pequeño amuleto que asegura que Draco esté oculto de los ojos del Señor Tenebroso. No sabe nada de esto, pero me consuela saber que, al menos por ahora, está a salvo." Draco recordó un pequeño colgante que Narcissa solía llevar consigo. Siempre había asumido que era un simple accesorio, pero ahora se daba cuenta de que probablemente tenía un significado mucho más profundo. Decidió buscar en las pertenencias de su madre, esperando encontrar alguna pista sobre la identidad del Vigilante. Tras horas de búsqueda en el desván de la mansión, Draco finalmente encontró el colgante. Era pequeño y sencillo, pero al sostenerlo en la mano, sintió una vibración mágica que le resultó extrañamente familiar. Al examinarlo más de cerca, notó que estaba grabado con una runa que reconoció del diario: un símbolo de protección antigua. Con el colgante en la mano, Draco regresó a la biblioteca y colocó el amuleto sobre el diario. Al instante, una nueva página, antes invisible, apareció en el libro. Narcissa había dejado un mensaje oculto para él: "Draco, si estás leyendo esto, significa que el tiempo ha llegado. El Vigilante nunca quiso revelarse, pero ahora no hay otra opción. Ve al bosque detrás de la mansión. Allí encontrarás la verdad." Draco sintió que su pecho se apretaba. El bosque era un lugar que siempre había evitado, incluso de niño. Sin embargo, sabía que no tenía otra opción. Esa misma noche, se adentró en la oscuridad, siguiendo el mensaje de su madre.
Capítulo 4: El Vigilante en las sombras
La luna llena iluminaba tenuemente el camino hacia el bosque detrás de la Mansión Malfoy. Draco había estado en ese lugar solo unas pocas veces en su infancia, y cada visita le había dejado un sentimiento de inquietud que nunca pudo explicar. Sin embargo, ahora, con el colgante de Narcissa en su bolsillo, sentía una extraña mezcla de miedo y resolución. El sendero estaba cubierto de hojas húmedas y ramas caídas. Cada paso que daba parecía resonar en el silencio absoluto del bosque. Mientras avanzaba, los árboles se volvían más densos, y una ligera neblina comenzó a formarse a su alrededor. Después de lo que parecieron horas, Draco llegó a un claro en el centro del bosque. En el centro del claro había un altar de piedra cubierto de musgo. Sobre el altar descansaba una pequeña esfera de cristal, que emitía un tenue brillo azul. Draco sintió que algo lo observaba, y antes de que pudiera acercarse, una figura encapuchada apareció entre las sombras. —Draco Malfoy —dijo la figura con una voz baja y profunda—. Has venido buscando respuestas. Draco levantó su varita instintivamente, pero la figura levantó una mano para detenerlo. —No vine a hacerte daño. Soy el Vigilante, y he estado esperando este momento desde antes de que nacieras. Draco dudó, pero la curiosidad lo superó. —¿Por qué ayudaste a mi madre? ¿Quién eres? El Vigilante bajó la capucha, revelando un rostro que Draco no reconoció. Era un hombre de edad avanzada, con ojos claros y penetrantes. —Fui amigo de tu abuelo, Abraxas Malfoy. Él me confió un secreto que he protegido durante décadas: el artefacto que tu padre intentó usar. Tu familia ha estado bajo una maldición desde que ese objeto fue creado, y yo juré hacer todo lo posible para mantenerte a salvo. Draco se acercó al altar, observando la esfera de cristal. —¿Por qué no destruiste el artefacto? El Vigilante suspiró. —Porque no puedo. Esa responsabilidad es tuya, Draco. Solo alguien del linaje Malfoy puede hacerlo. Pero debes saber que destruirlo tiene un precio. —¿Qué precio? —preguntó Draco, sintiendo que su garganta se secaba. —El artefacto está vinculado a tu magia. Si decides destruirlo, perderás una parte de ti mismo para siempre. Draco se quedó en silencio, mirando fijamente la esfera. Recordó todas las veces que Narcissa había intentado protegerlo, los sacrificios que había hecho para mantenerlo a salvo. Si ella había estado dispuesta a arriesgarlo todo por él, ¿no era su deber hacer lo mismo? —¿Cómo lo destruyo? —preguntó finalmente. El Vigilante sonrió débilmente. —Sabía que harías la elección correcta. Pero prepárate, Draco. Lo que viene no será fácil. Mientras el Vigilante comenzaba a explicarle el ritual, Draco sintió una mezcla de miedo y determinación. Sabía que el camino que tenía por delante sería peligroso, pero también sabía que era la única manera de liberar a su familia del peso de su oscuro pasado.
Capítulo 5: Una alianza peligrosa
El Vigilante le explicó a Draco que, para destruir el artefacto, tendría que reunir tres componentes mágicos, cada uno escondido en lugares protegidos por antiguos hechizos. Aunque la tarea era monumental, Draco no dudó en aceptar. Con el primer objetivo en mente, dejó el bosque y regresó a la mansión para preparar un plan. El primer componente, según el Vigilante, estaba en Knockturn Alley, en posesión de un antiguo aliado de los Malfoy: Borgin, el propietario de la tienda Borgin & Burkes. Draco sabía que tendría que adentrarse en ese sórdido callejón, un lugar que siempre había evitado desde que comenzó a buscar redención. La mañana siguiente, con su túnica cubriendo gran parte de su rostro, Draco llegó a Knockturn Alley. El aire estaba cargado de magia oscura y una sensación de peligro palpable. Al entrar en la tienda, Borgin lo recibió con una sonrisa tensa. —Draco Malfoy, qué sorpresa verte aquí. Pensé que habías dejado atrás estos lugares. —No estoy aquí por gusto, Borgin —respondió Draco, intentando mantener la calma—. Necesito un objeto que sé que está en tu posesión. Borgin arqueó una ceja. —Mi inventario es extenso. ¿Qué es lo que buscas? Draco sacó un pergamino que el Vigilante le había dado, con una descripción detallada del componente: una pequeña gema negra conocida como La Esencia del Sacrificio. Borgin la miró con interés, pero no mostró sorpresa. —Ah, eso. Sí, está aquí. Pero no es un objeto cualquiera. Tiene un precio muy alto. —Dime cuánto —dijo Draco, sabiendo que no tenía tiempo para negociar. Borgin negó con la cabeza. —No me refiero a galeones, Draco. Este objeto exige un precio de verdad. No puedo entregártelo sin más. Tendrás que superar su prueba. Antes de que Draco pudiera preguntar, Borgin abrió un compartimento secreto detrás del mostrador y sacó la gema. Apenas la tocó, un destello de luz negra llenó la habitación, y Draco sintió que el suelo bajo sus pies desaparecía. Se encontró en un espacio oscuro, similar al vacío donde había enfrentado a su yo más joven. Pero esta vez, las figuras que aparecieron no eran reflejos de sí mismo, sino las personas que había perdido: su madre, Narcissa, y su padre, Lucius. —Draco —dijo Narcissa con dulzura, avanzando hacia él—. Puedes terminar con esto, pero debes elegir: ¿tu vida o tu magia? La visión de su madre lo estremeció. Sabía que no era realmente ella, pero las emociones eran demasiado reales. Lucius, por su parte, lo miraba con frialdad. —Eres débil, Draco. Siempre lo has sido. ¿Cómo esperas salvar a nuestra familia si no tienes la fortaleza para tomar decisiones difíciles? Draco cerró los ojos, intentando ignorar las palabras de su padre. Recordó lo que el Vigilante le había dicho: "El precio siempre será alto, pero tú decides si vale la pena pagarlo." Con un grito de determinación, extendió la mano hacia la gema. La oscuridad se desvaneció, y Draco despertó en la tienda de Borgin, jadeando. La gema negra estaba en su mano, y Borgin lo miraba con una mezcla de asombro y respeto. —Supongo que lo lograste. Buena suerte con lo que venga, Draco. La necesitarás.
Capítulo 6: La sombra de Lucius
Con el primer componente en su poder, Draco regresó a la mansión. Colocó la gema sobre el altar del Vigilante y se preparó para buscar el siguiente objeto. Sin embargo, esa noche, mientras dormía, tuvo un sueño inquietante. En el sueño, estaba en la oficina de su padre, una habitación que no había pisado desde la muerte de Lucius. Los libros y pergaminos estaban en perfecto orden, pero el aire estaba cargado de tensión. Frente a su escritorio, Lucius lo observaba con los brazos cruzados. —Draco —dijo, su voz impregnada de desaprobación—. Pensé que tenías más sentido común. Draco frunció el ceño. —No eres real. Esto es solo un sueño. —¿Un sueño? —Lucius se rió entre dientes—. Quizás, pero eso no cambia lo que eres: un fracaso. Nuestro linaje se desmoronó porque tú no tuviste el coraje de continuar lo que yo empecé. —¡Tú destruiste a nuestra familia! —gritó Draco, sintiendo que la ira lo consumía—. Todo lo que hiciste fue por ambición, y nos condenaste a todos. Lucius lo miró con una expresión severa. —Siempre pensé que mi hijo sería lo suficientemente fuerte como para aprovechar el poder que le dejé. Pero no, tú elegiste huir. Ahora intentas corregir mis errores, pero nunca serás lo bastante fuerte para hacerlo. Draco despertó sobresaltado, el corazón latiéndole con fuerza. Sabía que el sueño no era una simple manifestación de su mente. Lucius siempre había sido una figura dominante en su vida, y las decisiones de su padre seguían afectándolo incluso después de su muerte. Esa mañana, decidió entrar en la oficina de Lucius, buscando cualquier pista que pudiera ayudarlo. El lugar estaba cubierto de polvo, como si el tiempo se hubiera detenido desde la última vez que su padre lo ocupó. En un cajón secreto del escritorio, encontró un pergamino que contenía instrucciones para un ritual que parecía estar relacionado con el artefacto. El pergamino mencionaba un segundo componente: una hoja de plata conocida como El Reflejo del Alma. Según las instrucciones, estaba oculta en una cripta familiar en los terrenos de la mansión. Draco sabía que la cripta estaba cargada de magia oscura, protegida por los espíritus de sus antepasados. Aunque el lugar le daba escalofríos, no tenía opción. Esa misma tarde, se dirigió allí, con la varita en mano y el colgante de Narcissa como protección.
Capítulo 7: El artefacto prohibido
La cripta era un lugar que Draco había evitado toda su vida. Las paredes estaban grabadas con los nombres y logros de los Malfoy de generaciones pasadas, pero el ambiente era opresivo, como si cada rincón estuviera lleno de secretos oscuros. Al entrar, las antorchas que bordeaban las paredes se encendieron automáticamente, iluminando un largo pasillo que conducía a una cámara central. Draco avanzó con cautela, sintiendo que lo observaban. Al llegar al final del pasillo, encontró un pedestal sobre el que descansaba la hoja de plata. Cuando extendió la mano para tomarla, una figura espectral apareció frente a él. Era su abuelo, Abraxas Malfoy, quien lo miraba con severidad. —Draco, este lugar no es para los débiles. ¿Qué haces aquí? —Vine a corregir los errores de nuestra familia —respondió Draco con firmeza. Abraxas lo observó en silencio durante unos momentos antes de hablar. —La hoja no es solo un objeto. Es un reflejo de tu verdadero ser. Si no eres digno, no podrás llevártela. Con esas palabras, Abraxas desapareció, y el pedestal comenzó a brillar. Draco vio su reflejo en la hoja de plata, pero lo que observó lo sorprendió: no era solo su rostro, sino una mezcla de todas las versiones de sí mismo, desde el arrogante estudiante de Slytherin hasta el hombre que intentaba redimirse. La hoja comenzó a vibrar, y Draco sintió un dolor agudo en su pecho. Era como si el objeto estuviera juzgándolo, evaluando cada una de sus decisiones y errores. Finalmente, el brillo se desvaneció, y la hoja quedó en silencio. Draco la tomó, sintiendo que había superado otra prueba, pero también sabiendo que lo peor estaba por venir. Cuando salió de la cripta, se dio cuenta de que no solo había recuperado el segundo componente, sino también algo más: una nueva determinación para terminar lo que había comenzado.
Capítulo 8: Los recuerdos de Narcissa
Draco Malfoy estaba agotado, tanto física como emocionalmente. Con los dos primeros componentes en su poder —la gema negra y la hoja de plata—, sabía que estaba un paso más cerca de destruir el artefacto que había condenado a su familia durante generaciones. Sin embargo, cada victoria venía con un costo: recuerdos dolorosos, enfrentamientos con las sombras del pasado y el creciente peso de las elecciones que lo habían llevado hasta ese momento. Mientras regresaba a la biblioteca de la mansión para guardar los componentes en el altar, el colgante de su madre comenzó a brillar de forma intermitente. Draco lo observó con detenimiento, sintiendo que le estaba indicando algo. De pronto, recordó el último mensaje que había encontrado en el diario de Narcissa: “Mis recuerdos son la clave. Confía en lo que te he dejado.” El colgante parecía guiarlo hacia un rincón olvidado de la mansión, una pequeña habitación que había permanecido cerrada desde la muerte de su madre. Draco no había tenido la fortaleza para entrar antes, pero ahora sentía que no tenía otra opción. Empujó la pesada puerta, y el aire en la habitación pareció cambiar, como si la magia de Narcissa aún impregnara el lugar. En el centro de la habitación, descansaba un espejo cubierto por una tela. Al retirarla, el espejo comenzó a brillar con un tenue resplandor dorado. Draco vio su reflejo, pero no estaba solo; una figura apareció detrás de él. Era Narcissa, más joven, como la recordaba en sus años de infancia. —Draco —dijo la imagen con una voz que era a la vez familiar y lejana—. Si estás viendo esto, significa que has llegado al punto en que debes saber la verdad. Draco dio un paso hacia el espejo, su corazón latiendo con fuerza. —Madre... ¿qué verdad? La imagen de Narcissa sonrió con tristeza. —El artefacto no solo es una maldición para nuestra familia. Es un fragmento de magia creada por nuestros antepasados en un intento desesperado por evitar su caída. Está ligado a nuestra magia, a nuestra esencia, y mientras exista, nuestro linaje estará condenado. Draco asintió, sintiendo que finalmente las piezas comenzaban a encajar. —¿Por qué no me dijiste esto antes? —Porque no estabas listo —respondió Narcissa—. Destruir el artefacto no es solo una cuestión de valentía, sino de sacrificio. Solo alguien que entienda lo que significa renunciar a todo por los demás puede hacerlo. Draco sintió un nudo en la garganta. Había pasado años tratando de redimirse, pero nunca había considerado lo que realmente significaba el sacrificio. Ahora, con los recuerdos de su madre guiándolo, comprendió que debía enfrentarse a la prueba final. El espejo comenzó a desvanecerse, pero antes de desaparecer por completo, Narcissa dejó una última advertencia: —El tercer componente está más allá de este mundo, en un lugar donde el tiempo y la magia convergen. Ve a donde el Vigilante te indique, y confía en ti mismo. Draco salió de la habitación sintiéndose más decidido que nunca. Sabía que la prueba final sería la más difícil, pero también sabía que estaba preparado.
Capítulo 9: El enfrentamiento final
El Vigilante estaba esperando a Draco en el altar de la biblioteca. La presencia del enigmático protector siempre había sido imponente, pero esta vez parecía más solemne, como si entendiera el peso de lo que estaba a punto de ocurrir. —Draco, el tercer componente no está en este plano. Es un fragmento de tu propia esencia, una representación de lo que eres y lo que puedes ser. Para encontrarlo, debes entrar en el Nexus del Tiempo, un lugar donde los límites entre pasado, presente y futuro desaparecen. El Vigilante extendió su mano, revelando una pequeña llave plateada. —Esta llave abrirá la puerta al Nexus, pero ten cuidado: allí enfrentarás no solo tus propios miedos, sino también los de tu linaje. Draco tomó la llave, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. Sabía que no había marcha atrás. El Vigilante lo guió hacia una habitación oculta en los sótanos de la mansión, donde una puerta antigua, grabada con runas, esperaba. Con un suspiro profundo, Draco insertó la llave y giró. La puerta se abrió con un destello de luz cegadora, y antes de que pudiera dudar, cruzó el umbral. El Nexus del Tiempo era un lugar extraño y surrealista. Draco se encontró flotando en un vasto vacío donde fragmentos de recuerdos y visiones del futuro se mezclaban a su alrededor. A lo lejos, vio imágenes de sí mismo en distintas etapas de su vida: un niño inseguro, un adolescente arrogante, un hombre lleno de remordimientos. —¿Qué es este lugar? —susurró, pero su voz parecía desvanecerse en el aire. De pronto, una figura emergió de la nada. Era Lucius Malfoy, pero no como Draco lo recordaba. Esta versión de su padre era más joven, más ambiciosa, con una mirada que irradiaba poder y determinación. —Draco, finalmente estás aquí —dijo Lucius, su voz resonando con fuerza—. Pensé que nunca tendrías el coraje de enfrentarte a lo que realmente eres. —No eres real —respondió Draco, alzando su varita—. Esto es solo otra prueba. Lucius sonrió con desdén. —¿Otra prueba? No, Draco. Esto es la verdad. Has pasado tu vida intentando huir de nuestro legado, pero nunca podrás escapar de lo que eres: un Malfoy. Draco sintió que el aire a su alrededor se volvía más pesado, como si el Nexus estuviera reaccionando a las palabras de su padre. Pero en lugar de retroceder, se mantuvo firme. —Ser un Malfoy no significa lo mismo para mí que para ti. Tú pensabas que el poder lo era todo. Yo sé que el poder no vale nada si no se usa para algo más grande. La figura de Lucius se desvaneció lentamente, dejando detrás un resplandor brillante. En su lugar, apareció un objeto flotante: una pequeña esfera dorada que pulsaba con una energía cálida y reconfortante. Draco supo de inmediato que era el tercer componente. Al tomar la esfera, el Nexus comenzó a desmoronarse. Fragmentos del pasado y el futuro se desvanecían a su alrededor, y Draco sintió que era arrastrado de vuelta al altar de la biblioteca. Cuando abrió los ojos, el Vigilante estaba allí, observándolo con una expresión de orgullo. —Lo has logrado, Draco. Ahora tienes todo lo que necesitas para destruir el artefacto y liberar a tu familia. Draco asintió, sosteniendo la esfera con cuidado. Sabía que la prueba final estaba cerca, y que el verdadero sacrificio aún estaba por venir.
Capítulo 10: Un nuevo comienzo
Draco Malfoy estaba de pie en la biblioteca de la Mansión Malfoy, frente al altar donde descansaban los tres componentes: la gema negra, la hoja de plata y la esfera dorada. A su lado, el Vigilante lo observaba en silencio, como si entendiera la magnitud del momento. Draco respiró profundamente, sintiendo que el aire estaba cargado de una tensión que hacía vibrar cada fibra de su ser. —¿Estás listo? —preguntó el Vigilante, su voz resonando como un eco en la habitación. Draco asintió, aunque el nudo en su garganta parecía impedirle hablar. Sabía lo que estaba en juego: la liberación de su familia del peso de generaciones de magia oscura, pero también el sacrificio de una parte fundamental de sí mismo. —¿Qué debo hacer? —logró preguntar finalmente. El Vigilante extendió una mano hacia el altar. —Coloca tus manos sobre los tres componentes. Al hacerlo, el artefacto será invocado y la maldición que lo rodea se concentrará en ti. Tendrás que canalizar toda tu magia para destruirlo. Draco miró los objetos con una mezcla de reverencia y temor. Sus dedos temblaban mientras los extendía hacia los componentes, pero en el momento en que los tocó, una ola de energía lo atravesó. El aire se llenó de un rugido ensordecedor, y el altar se iluminó con una luz cegadora. De repente, la biblioteca desapareció. Draco se encontraba en un espacio infinito, similar al Nexus del Tiempo, pero esta vez no había fragmentos de recuerdos ni visiones. En su lugar, el artefacto flotaba frente a él, un objeto de aspecto siniestro, formado por un núcleo oscuro rodeado de energía pulsante que parecía viva. Una voz profunda y resonante llenó el vacío. —Draco Malfoy, portador del linaje. Has llegado al final del camino. ¿Estás dispuesto a sacrificar todo para liberar a tu familia? Draco tragó saliva, sintiendo el peso de la pregunta. Sabía que esta era la última oportunidad para echarse atrás, pero también sabía que no podía hacerlo. —Estoy dispuesto —respondió con firmeza. El artefacto comenzó a girar lentamente, liberando una energía oscura que envolvió a Draco. El dolor fue inmediato, como si cada célula de su cuerpo estuviera siendo arrancada y reconfigurada. Su varita cayó de su mano, inservible en ese lugar. —Eres débil —susurró una voz desde el artefacto, una voz que reconoció como la de su padre, Lucius Malfoy—. No eres digno de llevar nuestro legado. —No necesito ser digno de ti —gruñó Draco, apretando los dientes para soportar el dolor—. Solo necesito proteger a los que amo. El artefacto respondió con un estallido de energía que lo derribó, pero Draco se levantó, su determinación inquebrantable. Extendió sus manos hacia el núcleo oscuro, canalizando toda la magia que quedaba en su cuerpo. —¡Finite Anima Maledictum! —gritó, pronunciando las mismas palabras que había aprendido del diario de su madre. El núcleo comenzó a fragmentarse, liberando explosiones de luz y oscuridad que desgarraban el espacio a su alrededor. Draco sintió como su magia fluía fuera de él, como si estuviera siendo drenado completamente. Sin embargo, en lugar de debilitarlo, esta sensación le daba una extraña paz. Estaba dando todo lo que tenía, y por primera vez en su vida, sentía que estaba haciendo algo verdaderamente noble. Cuando el artefacto finalmente se rompió, el vacío se llenó de una explosión de luz dorada que cegó a Draco. Por un momento, todo quedó en silencio. Luego, sintió que estaba cayendo, como si el mundo lo estuviera devolviendo a la biblioteca. Draco abrió los ojos y se encontró de nuevo en la biblioteca. El altar estaba vacío, y los componentes habían desaparecido. El Vigilante estaba de pie frente a él, observándolo con una expresión solemne. —Lo lograste —dijo el Vigilante con un tono casi reverente—. El artefacto ha sido destruido, y con él, la maldición de tu familia. Draco se levantó lentamente, sintiendo su cuerpo extraño. Intentó conjurar un hechizo con su varita, pero nada sucedió. Sabía que sería así. Había renunciado a su magia para salvar a su familia. —¿Qué ocurre ahora? —preguntó, aunque ya sabía la respuesta. El Vigilante se inclinó ligeramente, como una muestra de respeto. —Ahora, Draco Malfoy, eres libre. Tú y tu linaje han sido liberados de las cadenas del pasado. Es hora de que construyas un nuevo legado. El Vigilante se desvaneció lentamente, dejando a Draco solo en la biblioteca. La mansión, que siempre había sido un lugar sombrío, ahora parecía más luminosa. Las sombras que una vez llenaron cada rincón habían desaparecido, y el aire se sentía más ligero. Esa noche, Scorpius regresó a la mansión, y al ver a su padre, notó el cambio de inmediato. —Papá, ¿qué ha pasado? —preguntó, con curiosidad y preocupación. Draco lo miró con una sonrisa cansada pero sincera. —Hice lo que debía hacer, hijo. Ahora nuestra familia tiene la oportunidad de empezar de nuevo. En los días que siguieron, Draco comenzó a descubrir un nuevo propósito para su vida. Aunque había perdido su magia, encontró consuelo en escribir su historia, plasmando en papel las lecciones que había aprendido. Su libro, Las memorias de un Malfoy, se convirtió en un testimonio no solo de su sacrificio, sino también de su redención. En el epílogo de su libro, escribió: "La magia no define quiénes somos. Lo que verdaderamente importa son las elecciones que hacemos, incluso cuando el costo es alto. Mi linaje no será recordado por el poder que tuvo, sino por la libertad que obtuvo al final." Por primera vez en años, Draco Malfoy sintió que estaba en paz. Había enfrentado sus demonios, había hecho las paces con su pasado y había encontrado la fuerza para construir un futuro. Y aunque su magia se había ido, sabía que lo que realmente importaba seguía intacto: el amor por su hijo y la esperanza de un nuevo comienzo.
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